domingo, 29 de abril de 2007
Sólo me importa Julia
“Algunos usan el pasado para vivir”, me dijo Pipo cuando me estiró la mano para saludarme, después se fue para el fondo del jardín donde los chorizos comenzaban a humear con olor a fresnos.
La semana tenía preanuncios de catástrofe. Había dormido con intermitencias, y eran casi las 5 AM cuando me desperté bañado en un sudor graso. Tenía hormigas en los ojos y chuchos de frío en todo el cuerpo. No sentía los pies, eran de hielo. El concejal Galarza se me había colado en el sueño varias veces como uno más de la familia. Gesticulaba con la cara deformada al lado de Julia que tenía los ojos mojados y el último Cd de Fabiana Cantilo en la mano. Me sobresalté. Luego no pude dejar de pensar en ella en toda la mañana. El ardor en los ojos no menguaba y empecé como siempre a sentir otra vez el moscardón en el oído, zumbando todo el tiempo. Era imposible pensar: un aleteo que parece imperceptible y que se mete en todo lo que hago; no me deja razonar con claridad. Necesito saber cómo está Julia. Dónde. Si tiene frío. Si comió. Si me extraña. Si está muy enojada. Si espera mi llamado. Después sonó el teléfono.
- ¿Gringo?
- ¿Quién es?
- Sebastián, che. ¿Estás en La plata?
- Si.
- Nos juntamos a las 9; el asado lo hace el viejo. ¿Venís?
- Eee…
- Dale boludo que viene Pipo… sabes que el show está asegurado.
- Listo, nos vemos.
La mañana es opalina, densa. Hay humedad, y desde la ventana puedo ver como la gente camina con mansedumbre por calle 11. No sé porqué razón el wisky me calma los nervios (y me acaricia el alma): me contiene, me relaja los músculos, y me deja postergar los compromisos sin culpas. Me tomé un vaso de un trago y me tiré en el sillón para pensar mejor; siempre funciono mejor con alcohol. Siento más seguridad, más confianza, no siento culpas, y sobre todo, decido sin intermediarios.
Decidí ir al asado, no sin antes encontrar a Julia que era lo único que verdaderamente me importaba. A las 12 sonó el teléfono.
- ¿Hijo?
- Hola ma…
- ¿Qué pasó con Julia?
- Nada ma… nada. Cosas que pasan. Mañana voy para Chaves, decile al viejo que se prepare un matambrito.
- ¿Venís con Julia? ¿Estoy preocupada hijo?
- Siempre te preocupas demasiado mamá; tenés que aprender a preocuparte menos, es así de simple.
Sebastián está impaciente porque Pipo no para de hablar de política. El la detesta. Pipo lo calma. Nunca habíamos podido distinguir cuando Pipo hablaba en serio. Pipo se siente más fuerte que Galarza; a cada rato habla del concejal.
“El Vissanismo retendrá el poder en octubre, esa es la única certidumbre que aparece en el pobre horizonte de la política chavense, no hay otra cosa, no la busquen”. Intentaba descifrar la frase de Pipo como un acertijo perfectamente diseñado para mí, como si el tipo conocía de antemano mi pensamiento y mis locuras filosóficas y me quería, de entrada, complicar la velada. Sentía que cada palabra me tenía a mí como único destinatario. Que yo era el que debía salirle al cruce y cambiar el foco de atención. El Chino hizo un intento de desviar la atención hablando de fútbol pero lo logró a medias. Pipo seguía reteniendo la atención de la mayoría de los participantes de la mesa: “Los ensayos del peronismo son patéticos: intentan salvar la ropa llevando como candidatos a tipos que destruyeron el partido, aquellos que sólo le interesaron salvar a unos pocos con el discurso del General”.
“Che, Maradona va a estar internado un mes más”, apunta Sebastián en un último intento de censurar a Pipo que se lleva a todos puestos y parece un político en campaña.
No aguanto más. Me voy de la casa de Sebastián con la excusa de que Julia me espera en el departamento para ayudarle a estudiar, que me necesita, que es de vida o muerte. La mayoría lo entiende, pero Sebastián me mira con una sonrisa cómplice cuando me abre la puerta. Salgo a buscar a Julia con la sensación de que es lo único que me importa en la vida: sólo ella. Es el punto de partida para todo, no puedo concentrarme si no tengo su mirada.
Cuando subo al auto noto en el celular una llamada perdida; es Julia que llamó y cortó. Siento que una energía extra me restituye la vida, pienso que Pipo es un mal menor, que el Chino es un escritor en potencia y que Galarza debe acompañar a Vissani en la fórmula de octubre. Y que los muchachos del peronismo no son malos, ni siquiera incorregibles, son nuestro espejo en la actividad republicana: ellos representan como nadie el gataflorismo de los argentinos.
Siempre es así, cuando uno está bien, ve todo con fuerza optimista, como el wisky, que me acaricia el alma y me desinfecta el esófago con su fino alcohol. Como la piel de Julia, que siento que está hecha de la más fina porcelana cada vez que seca sus labios en mi cuello.
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